Follamigos.

Vale, vale, que sois amigos, lo he entendido. Cada vez más amigos, pero amigos, de acuerdo. Al principio eran los bares los que os juntaban. Luego algún café y un par de conversaciones, inteligentes, por más señas. Pero cuidado, que es muy guapa y te conozco. Te conozco demasiado bien, cabrón. Y encima tiene sentido del humor. Te gusta su voz, qué cosa más tonta, ¿verdad? Ya, que tú no estás para pareja ahora, que estás muy bien así, joder. También te gusta su melena. Y su culo, para qué engañarnos. Ya... no es lo que parece, en serio. Pero, ¿te has fijado en cómo se pasa el mechón de pelo detrás de la oreja? Ya sé que eso no significa nada. Lo sé, lo sé. Pero una madrugada se os va la mano... y la boca, a lo tonto te pregunta ¿en tu casa o en la mía? Y al romper el día hay un despertar bonito con tu chica; perdón, follamiga; perdón, amiga. Si parece que os conocéis desde siempre, qué raro todo ¿no?. A ver, raro, pero tranquilo ¿eh? Todo controlado. Qué tontería. Ah, que sepas que de repente ya no le hace tanta gracia que te acuestes con otras. Humm... esa es una buena pista, chaval. Qué coño, si en el fondo no te apetece seguir de cama en cama, te aburres ¿o no?. Y de la forma en que hablas de ella... una amiga, ya lo sé. Vale, que lo del cepillo de dientes en su casa es una cuestión práctica, hasta higiénica, qué cojones. Pero, oye, si hasta estás planeando un viaje con ella... Y tendréis más caricias y más risas y más conversaciones de esas inteligentes... y más. Más. Sin planificar, sin querer. Más.