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Eres un tipo especial.

Take my baby to sophistication
She's seen the ads, she thinks it's nice.../
Daré algo de sofisticación a mi chica
Ha visto los anuncios y cree que está muy bien.
The Clash, "The magnificent seven".-


Lo sentimos. El estilo de vida que había pedido no se encuentra disponible.

Tienda Nespresso. Perdón, boutique. Una música cautivadora llega a tus oídos: acid jazz, la música de los tipos a la última. Así, bajita, como quien no quiere la cosa, se va filtrando en tu mente y te hace sentirte especial. Soy un tipo especial, te dices. Luego, te giras y ves la cara de tu mujer. Un rostro pánfilo, bobalicón, como de no enterarse mucho de nada. Pero no importa porque estás en una tienda Nespresso. Esa iluminación sofisticada, la tarima lujosa donde apoyas los pies. El aroma de la tienda que sólo tu inconsciente capta pero tu cerebro retiene. Esperas en la cola pacientemente con la cara que supones que debe poner un  tipo selecto en un sitio selecto. No es un comercio que persiga tu dinero, no es neuromarketing,  es tu nuevo status personal. Ojalá pasara tu vecino, el del coche grande y la rubia con el cuerpo sin agallinarse aún, y te viera a través del escaparate. ¿Sabes, amor?... El vecino es cliente de Nespresso. Te gusta la idea. Llega vuestro turno y te atiende una dependienta preciosa, maquillada perfectamente. Piensas que te gustaría acariciarle los pechos a través de la blusa del uniforme pero la voz de tu esposa suena como desde otro mundo: "queríamos aquella de allí, la de 179.90 €, ¿verdad, cari?".  Dice el importe exacto y dice esa palabra justamente: cari. Odias esa palabra. Asientes resignado. Piensas que tu mujer nunca ha dejado de ser una niña realmente. Tras unas breves explicaciones de Andrea, como indica la chapa identificativa, firmas un contrato para convertirte en cliente Nespresso. Te dan un número de socio, te dan un folleto. ¿Te has fijado en la calidad del papel? No te mereces menos. Andrea. Qué dulce. Das tu número de tarjeta para que te envíen por internet los repuestos (de hecho, la marca no quiere que vuelvas por allí nunca más). Ya eres del club Nespresso. Eres un elegido para el club Nespresso. Pero detecto un último grito de desesperación en tus ojos después de firmar: en realidad sabes que la tienda es de cartón piedra, que las lámparas que la iluminan son fuegos de artificio, que todo es un decorado, una trampa para ratoncillos con ambiciones. Es una ficción que se desvanecerá en unos minutos. Las dependientas que te sonríen, no te mirarían ni un segundo por la calle. La única certeza allí es el rictus lerdo de tu mujer. Esa será la única realidad que te quedará cuando salgas a la calle en unos instantes. Una mujer a quien ya no amas, los cargos en tu cuenta y el resto de una vida que eres incapaz de cambiar. Andrea, qué bien olía. No importa que los sueños que tuviste se hayan jodido hace mucho tiempo, no importa que nada funcione. Podrás saborear los aromas más refinados de café del mundo. Podrás enseñar tu cafetera a las visitas. La de George Clooney, sí.  Afuera, en unos minutos,  el viento helador de febrero te azotará el rostro y todo será igual. 





Con dulzura.





Joaquín acaba su jornada un día más, una larga fila de miles de días iguales. De vez en cuando sigue echando una mano en el negocio que fundó hace más de treinta años. Él rondará los ochenta ahora y le sigue gustando pasarse por ahí de vez en cuando. Coloca un par de etiquetas de precio, ordena el escaparate. Un comercio de barrio. Joaquín siempre tiene una sonrisa para todos. Siempre. Esta tarde ha dicho a los empleados que se queda un rato más. Ya ha oscurecido cuando se queda solo. Echa el pestillo de la tienda y escribe la nota delicadamente sobre el mostrador. A la hora convenida llega Inés, su esposa, y le llama desde la calle golpeando el cristal tres veces. Le sonríe a través del escaparate. Aún se les ve de la mano en ocasiones. Él se acicala delante de un espejo, activa la alarma, cierra la persiana y bajan juntos al garaje. Joaquín saca la manguera verde del maletero, la acopla con parsimonia y deja la nota en el parabrisas.  Dentro del coche, Joaquín e Inés se cogen de la mano una vez más. Con mucha dulzura.


La noticia, aquí.


Y mi héroe resultó ser un terrorista.

azafato Steven Slater
El amigo Steven.

All I'm askin' is for a little respect.../
Todo lo que estoy pidiendo es un poco de respeto.

Otis Redding. "Respect".

Steven Slater era un buen tipo incapaz de hacer daño a nadie. Atento, educado y agradable con los pasajeros que atendía como asistente de vuelo en la compañía estadounidense Jet Blue. También es cierto que Steven estaba hasta los cojones...




... Harto de escuchar impertinencias de algunos engreídos y de soportar estupideces de pasajeras caprichosas (y seguro que gordas). Cuando una de ellas le golpeó con su maleta al abrir el compartimento y tras haber discutido con él porque no podía estar de pie mientras el avión no estuviera parado, Steven explotó. En cuanto el avión se hubo detenido, agarró la megafonía del avión y anunció a todos que lo dejaba, que se largaba, dedicó un "que os jodan" ("go fuck yourselves") a todos los pasajeros, pilló dos botellines de cerveza (importante), se arrancó  la corbata, activó la rampa de emergencias del avión y se tiró por ella. Espectacular. Insuperable. No es menos cierto que 50 polis fueron a buscarle a su casa minutos después; el FBI pensó que era un terrorista y no dejaron ni que se pusiera cómodo. Pero lo importante para mí es que, a estas alturas, aún hay tipos capaces de convertirse en mis héroes. Ahora que lo pienso... en el fondo, el FBI tenía razón: un tipo así es un auténtico terrorista para el sistema. ¿Os imagináis que actuáramos así al menos una vez en la vida?


Y es que la vida es demasiado corta para elegir el trabajo equivocado.


No me dejes marcas.

She played it fast,
She played it hard /
Ella jugaba rápido,
Ella jugaba fuerte.

AC/DC,. "The Jack"

El amor es una cama llena de blues. Y con pétalos mojados entre las sábanas. Con rayos de luna roja en el salón y juegos bajo la mesa. Con alientos de vodka y saliva caliente. Canciones viejas como el mundo. Caricias robadas, brillo en los ojos. "No deberías estar aquí". Pero estoy. Quizás no necesitemos saber más. Peligros de miel y escalofríos. El salto a las cataratas está a unos milímetros de una boca.  Labios  entrando en la carne como cuchillos. Placeres nuevos antes de que la mañana llegue. "No me dejes marcas". Espejos y seda. En la cara oculta de la luna hay juguetes extraños. Y las caderas golpeando las entrañas del mundo. Gritos, ambulancias azules y chirridos de frenos. Las calles llenas de espanto con esquinas donde puedes comprar medio gramo de cielo.


Sepultados por toneladas de besos, en algún rincón un hombre estrella un vaso contra la pared.
Entre las sábanas quedan las espinas de las rosas. Y algunos jirones de luna, aquí y allá.