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Cajas.



... in a photograph of time...
... en una fotografía del tiempo...
Antony & the Johnsons.- "Fistful of love"





Fotomatón, Madrid 2003.-
Hay cajas. En el armario, arriba, al fondo. No las sueles mirar porque estás ocupado en respirar, en comprar naranjas, en bailar. Pero existen esas cajas. Están cerca pero... tan lejos. Casi no las ves ya. En ocasiones abres un armario buscando algo y las notas. Allí... calladas, como colgadas, tímidas y con un poquito de polvo. Cajas de cartón que nunca abres. Si acaso, cuando consolidas una nueva etapa de tu Vida y sólo entonces tienes el valor de abrirlas.  Puede ocurrir cada cinco o seis años, puede no ocurrir en mucho, mucho tiempo. Pero están ahí, y el día menos pensado las abres y miras en el interior. No buscas nada concreto pero te encuentras a ti mismo. Tu vida cabe en una caja. Si necesitas más, has vivido demasiado poco. A veces cabe en un cuaderno. Dentro de las cajas hay fotografías, diarios que escribiste, postales que nunca mandaste, cartas que te escribieron. Tienes que hacer un esfuerzo para entender que tuviste otra vida, amaste a otras mujeres, viviste en otras ciudades, tuviste otras ocupaciones y algunas preocupaciones que hoy parecen tan vanas... También puedes apreciar que fuiste más joven. Las fotografías nunca mienten. ¿Qué ha sido de los chicos con quienes bebías en esa foto? Si abres las cajas más antiguas, verás que un día llegaste a ser un niño. Ahí no tendrías más de seis años, ¿lo ves? Eres tú. Luego ves la insignia de oro y diamantes que lograste cuando eras un esclavo en una jaula también de oro, tres décadas después. Guárdala siempre para saber lo que no quieres en tu vida. Has tardado pero al fin te das cuenta de que no es importante saber lo que quieres, sino lo que no quieres. Tarjetas de cliente de todas las compañías de vuelo posibles. Caducadas, gracias a Dios. Luego, ves un post-it casi sin tinta que te rompe en pedacitos. Un sencillo post-it descolorido con unas palabras escritas deprisa y que tuviste la lucidez de guardar sin saber por qué. Aquella entrada de la Staatsoper de Viena. Te encuentras una lista de personas a las que nunca volverás a ver. Un plano hecho pedazos de una ciudad que amaste. Servilletas de papel que valen más que un manuscrito medieval. El primer móvil que tuviste y que tanta pena te daba tirar, dorsales de carreras que corriste. Certificados de títulos. Qué ridículos ahora que cumplieron su misión. Artículos que escribías en suplementos de periódicos cuando aún tenías casi acné. Aún sientes algo raro cuando ves tu nombre en letras de imprenta en papeles ya amarillos: "Los cafés literarios de París", se titulaba uno.  Ese imán ¿no estaba en otro frigorífico en otra casa en otra ciudad en otra vida? En el fondo de la caja aparece el poema recortado que tanto te gustaba. ¿Ya no lo recordabas? Todavía ha logrado emocionarte hoy mismo. Y una vez hiciste un viaje de estudios. Autógrafos de los Rolling. Mira esa polaroid, también llevaste la perilla teñida de naranja; ya venías raro. Hojas con frases que colgabas por las habitaciones y que despegabas de las paredes suavemente antes de las mudanzas. Esas frases te han hecho lo que eres. "Donde hay un deseo, hay un camino". Monigotes que no tirarías por nada del mundo. La fotografía de Keith Richards tan gastada. Posavasos con garabatos que tuviste, de nuevo, la lucidez de guardar, tan liviano en tu mano pero tan valioso como un lingote de oro. Un billete del tranvía de Lisboa. Fotos de fotomotón. Trocitos de papel que cada ciertos años debes leer para saber que lo que fuiste te ha hecho como eres ahora. Fuiste todo eso que hay en una caja de cartón. Lo fuiste y lo sigues siendo.


2 comentarios:

  1. Considero mis fotos del pasado cosas "materiales". En cambio, guardo en la memoria de la emoción, de la piel, de la gratitud eterna y en las cicatrices de las dagas de la traición, las pocas cosas que sí son las realmente importantes, las que me han traído hasta aquí y me han hecho lo que soy, para bien y para mal. Muy pocas, pero a fuego. El resto es realmente "paja" para disfrazar el examen. Pero esos recuerdos son balizas inmortales, mi puta sangre en el camino.

    Gracias por este blog. Eres un cabrón muy interesante.

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  2. Miguel.- Hay una frase de Lobo Antunes (escritor que recomiendo vivamente) que leí hace muchos años y se me quedó muy adentro: "Se descubrió a sí mismo nacido cuarentón en un asiento de autobús". Creo que eso es lo más terrible que le puede pasar a un ser humano. Hay que luchar para que no nos descubramos recién nacidos a los 35 al sentarnos en un banco o a los cincuenta detrás de un escritorio. Es terrible, insisto. Por eso, lo valioso como tú lo describes muy bien son esas "balizas inmortales" del camino que nos dicen que hemos vivido. Tan importante como esto, saber que ahora mismo podemos estar gestando otra baliza que coleccionaremos mañana en esas cajas que son más del alma que físicas. Una caricia, una noche loca, una lágrima o dos.

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