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Salvador



Al vagabundo que un día eligió a su sombra por único destino...
A quien me dio a beber su mismo trago,
ese licor tan sagrado, cargado y oscuro,
tan necesario como sangre de Cristo...
Sólo quiero aprender de ti algo que pronto se pueda olvidar.


Radio Futura.-  


Salvador es feo. Es muy feo. No quiero ser un pelma pero es que es feo de cojones, en serio.Tiene un trabajo vulgar, cuando trabaja, en un sitio vulgar. Viste ropa, pues eso, de Armani... no te jode. Tiene unos sesenta malcontaos y un ojo que no es un ojo sino una especie de masa transparente que se mueve a su ritmo, livin' la vida loca. Como clara de huevo gris  enloquecida. Te hipnotiza el muy cabrón y no sabes a qué ojo mirarle, así que si te sorprendes mirándole al ojo chungo, sigues hablándole como si nada, esperando que no distinga a qué ojo le miras. Pero el muy cabrón se da cuenta, sé que se da cuenta aunque no se inmuta. Como un acuerdo tácito que hubiera hecho con el resto de los humanos. Sé que te acojona mi ojo, pero lo dejaré pasar, pringao. Salvador tiene el culo pelado de todo, así, en general. Y un tatuaje que no era verdinegro cuando se lo hizo. En Melilla. Una calavera. En el antebrazo. Yo le enseño el mío de los Rolling, pero tuerce el gesto. No lo dice abiertamente, pero seguro que piensa que es una mariconada. Solemos hablar del tiempo mayormente. Es que estos días hace un frío del copón. ¡Ya te digo!, me suele contestar. A veces pasa una tía buena (ya sé que podía haber dicho "una mujer hermosa") a nuestro lado. "Eso es andar, reina, y lo demás, joder el suelo". Salvador emite entonces un chasquido raro con la lengua y deja asomar unos piños torcidos en su mayoría pero descabalgados todos de la encía. Ya era difícil parecer más feo, pero cuando asoma esa piñata... Si la chavala viera la cara de guarro que pone cuando le mira el culo, le darían escalofríos. Hasta a mí me pone algo nerviosillo, la verdad. Me suele dar un codazo cuando eso y se descojona emitiendo un sonido como de cafetera rota. Sonrisa de niño viejo maltratado por la vida. Porque seguro que alguna vez fue un niño con sabañones en las orejas de puro frío en una escuela sin luz. Carpetovetónico nada más caer al mundo. Pero Salvador es un buen tipo, ahora es incapaz de matar una mosca. De momento, claro. Estas cosas nunca se saben. Estuvo de vacaciones pagadas una temporadita en el Puerto de Santa María por algo que no hizo, por supuesto. Que la gente es muy mala, me suele decir. Hay una cosa que me gusta mucho de Salvador y es que, en general, calla más cosas de las que cuenta. Una virtud apreciable que no todo el mundo tiene. En ocasiones, raras, te cuenta alguna historia de anís y celos y se pone un poco triste. A Salvador también le gustan Johnny Cash y las rancheras. Es normal que le gusten Johnny Cash y las rancheras. Con dinero o sin dinero, sigue siendo el rey. El puto amo que se dice ahora. También le gusta el güisqui. A media tarde, solysombras sin hielo, que le hace mal; el hielo digo. El fútbol no lo sigue tanto, tiene cierto gusto. Un día, completamente borracho, me ganó a los dardos con tres dianas seguidas. Como el que no quiere la cosa. Qué cabrón. Le gusta charlar conmigo y a mí me gusta charlar con él. No mucha gente se para a conversar con Salvador. Yo siempre aprendo algo de él. Casi más que de cualquier otro tipo, que no suelen ser más que seres que, a diferencia de Salvador y como decía Rimbaud, nacen y mueren al ritmo de las estaciones. Tipos que ni fu ni fa. Me quedo con Salvador.

2 comentarios:

  1. Entrañable semblanza, amigo Iñigo. A menudo la exclusión se convierte en una espiral de incomunicación, reconfortante que tu voz sea un alicate.

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  2. Arqui. Hay muchas formas de exclusión. Salvador no sufre plenamente la económica pero sí la que sufre cualquier borrachín con poca pinta de Brad Pitt. Nos dan miedo, son extraños. Nosotros nos creemos diferentes, mejores casi siempre. Sufren una exclusión "filosófica". Pero él no reclama nada, vive, existe, es. Y es un sabio a su manera. Espero que quede claro que no somos amiguetes (amigos sería decir demasiado) porque me dé pena. No me da ninguna. Es un hombre con una tremeda dignidad, me atrevería que decir que hasta orgulloso a su manera. Hay muchos otros hombres dignos de mayor lástima; entre otros muchos padres de familia ejemplares. Y cuando digo que siempre aprendo algo de él, es la pura verdad. Por no hablar de su biografía tan peculiar. Como siempre decimos, amigo Arqui, si prestáramos atención con mayor rigor a lo que ven los ojos del alma, nuestra vida sería casi sobrenatural.

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