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Wu Wei a la hora del vermú.



Empezando / Acabando.


Al final todo deberían ser gerundios. Sin muchos detalles, sin demasiadas explicaciones, sin ninguna vocación formal. Ni pretensiones de quedar bien ni de ponerse estupendos. Leyendo a Harry Crews, llego a una frase que me impacta: "La reflexión y el conocimiento no conducen a nada. Sólo importa el Acto". Cuarenta putos años de mi Vida para darme cuenta de que vivir consiste exactamente en eso. Lo que has hecho y lo que no has hecho. Punto. Llámala ahora mismo, dile que es la mujer de tu Vida y que siempre lo será. Abraza a tu padre esta misma tarde. Un paseo en moto por las calles desiertas de madrugada. Hacer de la Vida un gerundio, un haciendo continuo y alejarse así de sofisticaciones y convencionalismos. Ni siquiera se necesita un porqué concreto. Pasamos el tiempo buscando sentido al pasado y planificando el futuro. Pensando, proyectando, interpretando cosas que no están aquí y ahora. El pasado fue y el futuro no es. Por eso digo que sólo importa la acción. El gerundio: follando, bebiendo, gritando, riendo, cantando. Viviendo. También podía ser: llorando, sufriendo y muriendo. Sintiendo. La mujer es un gerundio eterno del sentimiento; solemos llamarlo intuición. Por eso se nos hacen misteriosas a los hombres.


Poesiando.
Así que este post es sobre el hacer. Y sobre el no hacer, que a veces viene a ser lo mismo. Sobre el dolce far niente, sobre el wu-wei del Tao, sobre dejar que las cosas pasen sin actuar sobre ellas, a la hora del vermú por ejemplo, sobre los actos sencillos de la Vida, sobre el hacer cualquier cosa un día cualquiera en una ciudad cualquiera de un tipo cualquiera como yo. Un don nadie haciendo nada. Ni voluntad estética ni hostias. Un cacho de Vida cruda, una sucesión de acciones. Así que me meto en el Moll, pido una completa de la Casa y nos la zampamos en menos que canta un gallo, tras un reparto informal pero exhaustivo y justo finalmente. Por ahí andan las anchoas y los fritos. La cerveza y las aceitunas. Lo que más me gusta son los boquerones, en vinagre, claro. Los parroquianos echándose ya al coleto el primer gin-tonic de la tarde. Brindo con ellos con cava de la casa. Brindo con Ane por los puntos y las íes, por la caras y por las cruces, por los placeres y las heridas; por el Barça y por el Espanyol, mira... Por tiempos mejores y también peores. Por los polvos que echamos y porque un día moriremos y no quiero estar allí cuando ocurra que decía aquel. Por las caricias y los golpes secos que te pega este mundo. Por los hombres buenos y poetas malos que cuelgan poemas de los extintores de bar; brindamos por los ángeles que preferirían ser mortales, yo lo sé. Y saboreamos las gambas y los calamares mientras nos reímos de ti. Y le dejamos al Miquel una propina que te cagas porque siempre nos saca al final los licores especiales de la casa. Y hacemos todo eso porque nos apeteciendo que es gerundio.




Y siendo todo, nada más añadiendo.




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