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A una hora en coche desde aquí.


"Loin des gens qui meurent sur les saisons /
Lejos de la gente que muere al ritmo de las estaciones".
A. Rimbaud, "Une saison en enfer".



Hoy me interno en lo Profundo.
Eterno, verde, frondoso, fresco.
Bosque inmisericorde con todo lo que no es bosque.
Como el Tiempo con todo lo que no es Vida.
En este otoño que  estrena marrones y ocres y naranjas. Hasta violetas que sólo mis ojos han visto.
El Silencio es aquí la ceremonia de lo Absoluto.
Detengo mis pasos e intento oír algo.
Nada -mi respiración apenas: eso es nada en este lugar-.
La civilización más cercana está a veinte kilómetros.
Estoy solo. Tan solo como nunca he podido sentirme.
A una hora en coche desde aquí la gente trabaja, se apresura, grita, desea.
A una hora en coche desde aquí la gente muere en hospitales con luz artificial.


                                                        Una gota de efímera belleza en el mar del tiempo...
Cuando vaya a morir, me internaré en este mismo bosque absolutorio y padre.
Será como regresar a casa.
Será una tarde cualquiera. 
Será una tarde como esta.

Y si no estoy, buscadme aquí. 

O mejor, no me busquéis.
















Interregno.

Niko se arrea las penas con medio gramo, 
cuarto y mitad de polvo de estrellas.
Niko camina por un pasillo rojo y sabe que hoy se avecina tormenta. 

Un ángel negro que sólo yo veo se apoya en la pared. 
Anillos de oro, botas de cuero.
Hace muchos siglos que se lavó las manos pero aún se quita la mierda de las uñas. 
La suciedad del mundo, la debilidad de la carne,
 los recuerdos tristes, las heridas abiertas.
Las posibilidades que no fueron.
Sé que es un ángel porque nunca parpadea,
 característica distintiva de los seres inmortales, 
como sabéis. 
Pequeños detalles que hay que saber mirar.
Y esa luz negra. 

Niko sale del baño, el alma le sangra por la nariz. 
Gota a gota.
  El ángel  se echa a un lado y se mira distraído la punta del pie. 
                                                                           Niko se tambalea.