Nº Visitas

.

.

La liturgia pagana de los hombres libres.



"We are The Dictators, we come from NY and we play rock and roll... One, two, three, four...". A partir de ahí, todo a tomar por culo, se sueltan los perros y sálvese quien pueda. Claro que los mendas podrían llamarse de otro modo y venir de otro sitio pero el ritual sería el mismo siempre que tocaran también rocanrol. Un derechazo de energía, decibelios y acordes como una cascada de dopamina en tu puto cerebelo, una descarga en tu médula espinal sin sulfato de anfetamina artificial por medio. Una patada en los cojones. Sudor y rabia. Un puñado de watios que llenan tus venas de pecados sucios, los mejores. Una ceremonia que lleva produciéndose más de medio siglo en todo el mundo, atravesando tres o cuatro generaciones. Pequeños clubs, pabellones cubiertos o gigantescos estadios. El milagro se produce igualmente. Más magia en salas pequeñas quizás aunque el milagro no entiende de recintos ni aforos. Porque el milagro son cuatro o cinco tipos con mala baba y aviesas intenciones y un público de colmillo retorcido pero llenos de amor universal, hermanos y hermanas. Como ese momentito de íntima comunión con el Señor en misa de doce; el éxtasis pagano del hombre libre. ¿Por qué será que es tan difícil describir el primer minuto de un concierto de rock? Catarsis de medianoche en sábados eléctricos. 

Si no entiendes de qué hablo, ya puedes visitar otro blog de mierda por ahí... No hablo de aprenderse la historia del grupo, saberse la cronología de sus discos ni de qué color son las bragas de las groupies. Hablo de ese minuto, del Minuto. Esos primeros sesenta segundos en los que retumba el suelo del local bajo tus pies, tus pelotas tiemblan porla potencia de los amplificadores, cuando dejas de oír a quien tienes a tu lado y sólo tienes tiempo para abrir tus ojos chispeantes y apretar los dientes. Ese minuto que te recarga de energía para tener otra vez presente que puedes hacer lo que quieras con tu Vida cuando salgas de nuevo ahí afuera. Ese minuto que te dice que nunca perderás esa actitud hasta el día que te mueras. El minuto que te dice que las cosas son blancas o negras. Un minuto que te enseña más que cien libros. Y después volverás a tu oficina, volverás a la fábrica, volverás a las facturas y a los domingos por la tarde. Sí, volverás... pero con esa sonrisa extraña y brillante para seguir haciendo lo que supone que no debes hacer, para estar con quien se supone que no debes estar y para pensar lo que se supone que no debes pensar. Deja de poner chorradas en el Facebook, deja de ver la tele, deja de oír la música enlatada que acompaña este post, sal a la calle y entra en la primera sala en la que toque una banda de rock. Chupa de cuero, cerveza y serrín.







Disfruta ese eterno minuto que dura más allá de la simple juventud.
Quizás pueda cambiar tu Vida. Hasta el puto día en que te mueras.



Con "Handsome Dick" Manitoba,
el padre del punk-rock neoyorquino.