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Primavera en Pigalle.




"I tried the Bible, I tried the bottle, I tried the needle and I tried to love people
and in the end there ain't much to say and I stand here in my shoes, unable to move, 
my hat in my hands at the bottom of the ocean /

Lo he intentado con la Biblia, lo he intentado con la botella, lo he intentado con la aguja y he intentado amar a la gente
pero al final no hay mucho que decir y aquí estoy de pie en mis zapatos, incapaz de moverme,
con mi sombrero en las manos, en el fondo del océano".
"Book of James", We are Augustines. 


Boulevard de Clichy esquina Puget. Dios se masturba en Pigalle al caer el sol. Porque Dios siempre se ha reído de los hombres. Por veinte euros tienes una cerveza y un striptease de Anja a menos de dos metros de tu sillón. Por veinte euros sólo te enseña las tetas, nunca el coño, agarrada con fuerza a la barra vertical; cada uno nos agarramos a la barra del mundo como podemos. Tú también tienes tu barra. Anja lo hace muy bien, le aplaudo y me sonríe con ternura. Respeto su trabajo más que el tuyo. Quizás tenga dos niños esperándola para cenar en Saint Denis, quizás una tele demasiado pequeña, quizás un corazón muy grande. Si la tocas, el tipo de cien kilos con tatuajes acodado en la barra te rajará la cabeza con un puño americano; ni siquiera lo verás llegar. Anja sabe lo que piensas cuando mira a tus ojos, lo ha aprendido hace mucho tiempo, hace siglos. Salgo afuera y ha oscurecido luzdeneón. Ni una puta estrella sobre Montmartre, ni Henry Miller en el bar de la esquina, ni Toulouse-Lautrec dormitando en ningún café. Pobre Toulouse, feo, pequeño y cojo, tan lleno de fuego... Pobre tú, pobre yo. Si quieres fresas y guirnaldas, ve mañana a la Torre Eiffel. Haz muchas fotografías, enséñalas a la vuelta. En estas calles verás al Diablo en los ojos de una vieja, verás un ángel con las alas rotas esperando bajo una luz roja. Pido un Pernod sin agua y pienso en la mujeres que dejé de amar, en aquellas a las que amo, en aquellas que amaré quizás. Las terrazas llenas de deseo, pupilas y sudor. Semen corriendo por las avenidas, una oración en los labios duros como un puñetazo en la boca. Esto debe de ser la primavera en París, una pistola de terciopelo, un oasis de misericordia urgente, las Hermanas de la Caridad de la Santa Calle. Pido una cerveza para Ane (compañera, cum-panis, compartir el mismo pan) y la beso con toda la dulzura con que soy capaz. Sonrío porque ella es la única mujer en París que sabe por qué sonrío.