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Leer en solitud.

Tolle, lege... /
Toma, lee...
y dejé de llorar y me levanté de aquel sitio.
(O algo así, que no me voy a levantar ahora a mirarlo) 
Confesiones, San Agustín.-

Leo para desesperarme cuando soy estúpidamente feliz, para alegrarme cuando estoy estúpidamente desesperado. Leo porque no me gusta cómo soy, leo para ser más yo que es una forma de ser otro. "Je est un autre", escribió Rimbaud. Leo para ser más de un hombre. Leo en bares solitarios de madrugada, leo en la playa cuando hay galerna y me quedo solo... Solo... yo solo... solitud. Recoged la ropa del tendedero, idiotas, que llueve... Leo para saber quién soy, para saber quién podría llegar a ser. Leo literatura de combate, leo a Sábato, leo a Dostoyevski, a Onetti y a Bergson. Leo a Nicolás de Cusa para ser un docto ignorante. No leo trilogías. No leo best-sellers ni novela negra. No leo para matar el rato. No tengo putas lecturas de verano. No me interesan tus autores. A Hesse, Lorca y Conrad me los ventilé a los veinte; sigo amándolos. Leo para no ser como tú. Leo hasta que me desangro, leo para resucitar. Leo buscando la pregnancia de la realidad. Leo libros de los años cuarenta, descatalogados hace décadas, que compro por cinco euros y que pagaría con mi mano derecha. Leo en el retrete mientras el mundo gira desesperado y asoma la cabecita un zurullo,... ¡Aleluya! May the good Lord shine a light on you....dos mocordos como dos soles; Rinconete y Cortadillo. Leo en terrazas de verano cuando ya ha oscurecido y la gente pide cocacolas y cuenta qué malos son los banqueros y que el niño no le come. Leo a Teilhard de Chardin, leo a Céline, a Krishnamurti y a Marx.  Leo en hospitales, leo cubierto de sangre y entrañas. Leo en estaciones de tren al amanecer. Leo como lenitivo para el dolor de los sueños rotos; sueños que eran dulces como tu primer amor. Leo en callejones por los que nunca pasarías. Leo mientras la madame palmea su "¡Chicas... al salón!" con voz burocrática y desgana. Leo rodeado de hombres muertos. Leo textos de hace dos mil años y que me dicen que mi dolor es antiguo y nada inédito... y yo que pensaba... Leo ensayos, leo poesía y leo filosofía. Leo -como Umbral escribe- para fijar la distancia entre las cosas y yo mismo.  Leo para desaprender todo lo que he leído. Leo mientras eyaculo sobre vientres blancos de mujer -a la manera de un Neruda sucio y sin mucho tiempo. Leo a Thomas Bernhard, a Roberto Arlt, a Mishima, leo a César Vallejo. Leo para soportar mi muerte, la tuya y la de todo lo que te rodea... la muerte de todo lo que te rodea... Leo en la barra, al fondo a la derecha, de un bar de chinos el Cuaderno Gris de Pla, uno de los pocos libros imprescindibles el lengua castellana. Aquí las jarras de cerveza son a uno cincuenta y me despacho varias. Los compadres me miran con curiosidad de entomólogos. Leo -creo que ya lo he dicho- para saber quién cojones soy. Leo libros desgualdrajados barzoneando en chiscones con un café enteco cuando la tarde ya adumbra y peleo con endriagos que me encalabrinan. Leo para prolongar el maravilloso espectáculo de estar vivo. Leo para cerrar un ciclo, leo para iniciar un ciclo. Leo a los estoicos, leo (releo) a Henry Miller, a Dante y a Montaigne, a González-Ruano y Jünger. Leo para sentirme incómodo, leo para aprender a apreciar mis días. Leo borracho de vino y luz, leo con lágrimas en los ojos, con risa de pirado. Leo a Gabriel Marcel y a Epicteto, a Lautréamont y a Baudelaire. Por supuesto, el spleen es más complejo que la saudade de Pessoa. Leo a Heidegger, leo una antología de Félix Grande -bendito seas, Félix-. Leo libros que robo, libros por los que mataría, libros que me llevé de tu casa después de dormir contigo y nunca te devolveré. Nunca volveré a verte, quizás. Debes saber que mientras lea este libro no volveré a amarte, puede que te ame siempre. Leo en medio de un paisaje nevado de enero, leo en la brisa de abril. Mientras te beso, leo. En un eclipse parcial de sol leo Las Confesiones de San Agustín. Leo.Y bebo. Y leo.. Y leo... Y bebo... Y leo... Y leo... Y leo...