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Tren.


Don't look back in anger, I heard you say... /
No mires atrás con ira, te oí decir...
Oasis "Don't look back in anger"

No se recuerda cómo empieza una buena conversación. Tommy, cincuentón, cuerpo de marinero, ojos de niño, alma de loco. De Nueva York a un vagón de la España del ferrocarril caro, moderno y eficaz. También tacaño, cutre y corrupto... cien muertos en Galicia, claro. Ya no llevamos gallinas y chorizos, sino iPads y portátiles pero dudo que seamos más felices. Ahora nos desplazamos, no viajamos. Tenemos auriculares, no conversaciones. Así que Tommy y yo nos encontramos de pie entre dos vagones y, a veces en castellano y a veces en inglés, empezamos a hablar de lo que hablan dos hombres cuando se conocen: de futbolistas. Así que en menos que canta una gallo por ahí desfilan los nombres de nuestro equipo favorito: Dos Passos, Hemingway, Faulkner, Thoreau, Scott Fitzgerald, John Fante, Steinbeck, Whitman, Sinclair Lewis y Henry James y, claro, cuando llegamos a Henry Miller ya es mi amigo de toda la Vida. Me dice Tommy que se siente como jugando en casa, feliz de poder charlar de libricos. Es cierto también que cualquiera que adore a Miller es mi amigo de toda y para toda la Vida. Podría regalarle la mitad de mis activos si me lo pidiera, al instante. Sólo comparable a un tipo que ame a Keith Richards o así.  Claro que los lingotazos a morro de un frasco lleno de vinazo del Duero ayudan al acercamiento fraternal. El vinorro es bueno, cuidao. El amigo Tommy te invita a beber y nunca, nunca, nunca debes rechazar el trago que te ofrece otro hombre. Bajo ninguna circunstancia. Aunque venga en un frasco de cristal que trae ufano tras ir a buscarlo a su asiento. Luego ya desfilará un buen queso curado, también de Tommy, que vamos cortando con una navaja de las de antes, también de Tommy. Está orgulloso de ella porque es de de acero toledano y tiene cachas de buena madera. Huelga decir de quién son los picatostes para pasar el queso. Y es que Tommy es un viajero de esos que ya no quedan. Con hambre de mundo, ganas de conversar, experiencia de la Vida y disposición a compartir lo que haya. Basta con esas cuatro cosas para ir hasta el fin del mundo. Los viajeros -debería decir desplazantes, que no existe- que pasan entre vagones nos miran inquietos o envidiosos, vaya usted a saber. Los primeros viajeros del vagón que escuchan nuestra conversación nos miran raro. Quizás no conozcan a nuestros futbolistas o quizás no esperan que dos tipos desconocidos hasta hace apenas unos minutos mantengan una hilarante conversación sobre las esencias más nutricias de la Vida, es decir, mujeres y libros, básicamente. Es posible que estemos elevando demasiado la voz, puede que se oigan nuestras risotadas. Qué coño importa, estos encuentros son pequeños milagros en la Vida de uno que hay que saber celebrar apropiadamente. Un tipo mal follao que no llega al bonus fin de año nos mira mal al pasar; váyase usted a tomar por el culo, caballero de corbata hortera, mamón de blackberry. Me he quedado con tu cara de chupaculos trajegris.  Bueno. Tommy me habla de muchas cosas. Me habla de su viaje en bici por Estados Unidos con su mujer. Sobre otras mujeres guapas que ha conocido, sobre los cafés de Nueva York. Sobre sus viajes y su barco. Sobre las playas de California en invierno.  Sobre su años en la India ayudando a recoger moribundos por las calles. Hay un velo de pena en los ojos de Tommy por el tiempo pasado mientras me habla de sus recuerdos incluso de los alegres. Lo llaman nostalgia a ese sentimiento. Y no es mala, sino humana. Los portugueses la llaman saudade, una de las palabras más bellas que conozco y más difíciles de traducir que no de sentir. Tommy ya no tiene aquella mujer ni aquella bici. Juraría que a Tommy también le falta algo de cordura, claro que también puede ser la marihuana que inhala en el baño del tren. Y digo inhalar porque tiene un artefacto que calienta la maría sin quemarla, apenas saca humo y calienta suficientemente la hierba para liberar el THC que es lo que te da la risica. Por cierto que me entra la risa tonta mientras me cuenta cómo un marido cabreado le perseguía pistola en mano mientras él escapaba desnudo por las calles de Nueva Orleans, en pleno Mardi Gras. Joder con el Tommy. Dice que no se puede conseguir el drogartilugio este en España. Es como una especie de funda de gafas moderna, metálica y con una lucecita verde/roja on/off o parecido. Coño, pues España era un país moderno hasta ayer. Manda cojones. Y así que las cuatro horas de viaje parecen media hora con un viejo amigo y muchas cosas que contarnos. Nos damos el email y el móvil y un abrazo y todo lo que tenemos a mano. Estamos ya un poco perjudicados los dos y nos tropezamos al bajar. Los ejecutivos miran escandalizados pero juraría que alguna tía nos ha mirado divertida y curiosa, y eso es lo más importante en definitiva. Cuando una mujer muestra alegría y curiosidad suele empezar lo interesante. En fin Tommy..., un placer,... lo más probable es que nunca nos volvamos a ver. Qué importa. Stay hungry, stay foolish, amigo Tommy. Vaya con Dios, como tú me dijiste en tu mal castellano.