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Las cosas que Marina no dice.


Ez dira betiko garai onenak...
Udaberri berririk ez guretzat... /
Los mejores momentos no duran siempre...
No habrá nuevas primaveras para nosotros...
Hertzainak, "Aitormena"

Luis y Marina llevan juntos veinticinco años. O cincuenta y seis años o ciento treinta años. O noventa décadas. Ya no importa. Luis y Marina no hablan. Para qué. Intercambian más palabras con el camarero que entre ellos. Él, Soberano; ella, un mosto -con aceituna o guinda o lo que tengas, Charo-. Luis mira el fútbol, Marina no mira nada. Pasan el tiempo. Marina, de niña a vieja, entre manantial y ceniza. El tiempo, las penas, las canas. El cartón-piedra del teatro conyugal. Los hijos, claro. Siempre los hijos. En casa, las sábanas llenas de silencio y óxido. Zapatillas grises sobre un parqué estropeado. Hace quince años que habría que haberlo arreglado, hace quince años que habría que haberlo arreglado todo. Ahora, ni tartas, ni cascabeles, ni brillo en los ojos. Cada abril, una película mala en una sala de cine solitaria; cada invierno, un entierro. Luis y Marina  ya no se acarician. Para qué. Marina se mira en el espejo del bar. Sé que Marina llora detrás del espejo del bar. Luis coge un palillo y se hurga las penas con rabia. Escupe entre dientes un trozo de esa rabia triste mientras Marina se acaricia el pelo muy despacio. Marina recuerda que fue joven. Recuerda a Luis amándola con dulzura. Luis ¿Qué Luis? Gol en la televisión. Luis tuerce el gesto y recoge su chaqueta. Luis siempre fue un hombre bueno pero Marina piensa muchas cosas que no dice. Y nunca las dirá. Para qué. El invierno será muy largo para Marina y Luis.






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