Nuestros protas recordarán el lugar el resto de sus vidas.
En ocasiones soy un animal de costumbres. Coño, esto es contradictorio ¿no? Bueno, da igual. Así que si un domingo tengo resaca -como hoy- no es difícil verme al mediodía en el café más bonito del mundo. Y único café de esta ciudad. Es decir, sólo hay uno pero es el más encantador de la tierra. Todo se compensa. En Madrid hay cafés más grandes; en París más literarios y en Berlín más sin humo pero no son como este. Por cierto, en Barcelona casi ni hay. Ato la bici afuera y elijo la mesa más tranquila. Siempre voy a la hora de comer porque sé que no me van a joder los niños con sus berreos, las mamis con los suyos o los hippiosos con sus teorías menos revolucionarias que pueblerinas antes de enseñar a sus colegas su foulard alternativo de 50€. Pues estaba allí con mi prensa fresquita y variada (a las dos de la tarde de un domingo la prensa es fresca aún), mis libros y cuaderno y un fantástico café con nata. Entonces levanté la cabeza y los vi. Ambos habían entrado ya en la cuarentena pero no demasiado. Bohemios, interesantes. Aún conservaban el último sol de su juventud. Los dos eran atractivos no sólo por la belleza física de sus cuerpos sino por su estilo, sus formas. El era rubio, pelo deshilachado como Kurt Cobain y barba cuidadosamente desarreglada de unos días. Americana de pana marrón con chapitas de colores. ¿Toca jazz?¿Diseñador en alguna publicación? Y ella con una cazadora negra de cuero sin estridencias. Sobria, bella y morena. Sabe que no necesita adornarse con complementos para ser bella. Con el mismo cuerpo que a los veinte años y posiblemente con el mismo que tendrá a los cincuenta. Exactamente, lo adivináis, la clásica mujer que me saca unos añitos y me vuelve loco. ¿Periodista?¿Danza? En seguida vi que algo no iba bien. Se miraban sin hablar, muy cerca. Apenas movían los labios de vez en cuando porque todo estaba dicho ya. El recorría su boca con la mirada, sus ojos. Ella sonreía tan suavemente como podía hacerlo para no herirle más. Ella le cogió las manos y las besó. El seguía mirándola a los ojos. Como un Cristo del rock sacrificado, más vulnerable de lo que se había sentido en su vida. Ella se levanta despacio, se inclina sobre él y le abraza. El cierra los ojos al sentir su cuerpo pero todavía no llora. Ella le besa en los labios. Posiblemente el beso más tierno que he visto en mi vida. Y el más difícil. Como buen observador atento a los pequeños detalles miro mi reloj y empiezo a cronometrar cuándo van a llegar las lágrimas. Hago una apuesta conmigo mismo. Debo mantener la calma ante el espectáculo que se desarrolla delante de mis ojos con fugaces miradas hacia mi libro. Iñigo, no te pongas nervioso. Pero soy un puto cazador que no va a soltar a su presa. Quiero emocionarme ante lo que veo, quiero llorar con ese chico para sentirme vivo. Siguen unos minutos de miradas, para mí eternos, sin apenas palabras. Recuerdos que sólo puedo suponer. Cuando cruzaron Europa en furgoneta, cuando pintaron la buhardilla juntos, aquel verano tan caluroso y lleno de erotismo y excesos en la Costa Brava y los hijos que nunca tuvieron. Se levantan por fin pero yo no cejo en mi empeño de mirar mi reloj porque el cronómetro sigue en marcha. Pasan a mi lado y hasta huelo el aroma de ella. Soy invisible. El mundo se ha detenido a su alrededor . Sólo quedan cenizas y el dolor más intenso que podían imaginar. Nada más salir, él se derrumba, la abraza y llora lágrimas furiosas y urgentes. Miro mi reloj. Inmóviles con los ojos cerrados. Están abrazados más de cuatro minutos. Les concedo la intimidad que se merecen aunque no me hayan visto en ningún momento. Vuelvo a mi libro pero yo no lloro. Sonrío ante el espectáculo de la vida. He ganado mi apuesta y pido otro café y más agua para mi resaca.
Que bueno, los he visto a traves de tus palabras....Saludos
ResponderEliminarque no seas un animal todo el tiempo no es contradictorio sino alternativo. Bromas a parte, que bonito post, te imaginas que lo lee solo ¿ella? , él?, me quedo con ella, da más juego, el aún esta llorando, pero claro ella ahora está enamorada de otro y entonces se leen pocos blogs. unmnn , me encanta el voyeurismo, incluso el prestado.
ResponderEliminarla vida son instantes que pasan y quedan en pasado, los instantes son surcos de momentos dentro del tiempo y cada historia, es un momento visto en diferentes ojos que sientes entre instantes, momentos y tiempo...
ResponderEliminarIñigo, artistazo, sé bueno y escribe una novela a partir de ese encuentro... Tu relato me ha enganchado intensamente.
ResponderEliminarFerruccio Farnese
TwoHeads, el único mérito es estar atento a la vida en los momentos más insospechados.
ResponderEliminarArqui.- Aún así, ella no lo está pasando nada, nada bien. Te lo aseguro.
ResponderEliminarCarmen.-... y ahora sólo tienen la posibilidad de mirar adelante.Esa escena ya era pasado a los pocos segundos de ocurrir.
ResponderEliminarFF.- Pues ya me pagarás uno de esos gin-tonics vespertinos, hombre. Y sí, la escena encajaría en el proyecto de novela que llevo arrastrando desde no sé cuándo...
ResponderEliminarAsí me gusta que defiendas los sentimientos de tus personajes, esta escena encaja en muchas novelas o algún cuento, hazlos posibles, y dales también un pasado que siempre es el motivo del futuro. No me importaría pagar para saber de ellos. Adelante con ese proyecto
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