Nº Visitas

.

.

El tiempo que me queda...

"Dejad de quererme" Francia, 2008.-

¿Qué tiene que ocurrir para que empecemos a vivir la vida verdaderamente?



La canción que cierra esta gran película. Sobrecogedora.

¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto tiempo me queda?
¿Años, días, horas... cuánto?
Cuando pienso en ello , el pulso se acelera.
Mi país es la vida.
¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto?

Amo el tiempo que me queda.
Quiero reír, correr, llorar, hablar.
Ver, creer, beber, bailar.
Gritar, comer, nadar, desobedecer.
Y no he acabado, no he acabado.
Volar, cantar, partir, sufrir, amar.
Amo tanto el tiempo que me queda.

Ya no sé dónde he nacido ni cuándo.
Sólo sé que no hace mucho.
Y que mi país es la vida.
Y también sé que mi padre decía: "El tiempo es como el pan, guárdalo para mañana".
Así que todavía tengo pan.
Y quiero jugar.
Quiero reír montañas de risas.
Quiero llorar torrentes de ríos.
Quiero beberme barcos enteros de vino
de Burdeos o de Italia.
Y bailar, llorar, volar, nadar en todos los océanos.
Y no he acabado, no he acabado.
Quiero cantar.
Quiero charlar hasta quedarme sin voz.
Amo tanto el tiempo que me queda.

¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto tiempo me queda?
¿Años, días, horas... cuánto?
Quiero más historias, viajes.
Hay tanta gente a la que concoer, tantos paisajes.
Niños, mujeres, hombres.
Hombres tristes, inteligentes o idiotas.

Me pregunto cuándo parará la orquesta,
Si seguiré bailando.
Cuando los aviones no vuelen, volaré solo.
Cuando el tiempo se pare, todavía te amaré.
No sé desde dónde ni cómo,
Pero te seguiré amando,
¿De acuerdo?

El placer de conversar (perdido en mi generación, para variar). Hablar de la vida en la radio (1ª Parte).



Mi muy querida amiga Carmen me invitó a charlar con ella en su programa de radio "La última habitación" una fría noche de Enero. Literatura, recuerdos y vivencias fueron los temas de nuestra conversación. Todo regado con un excelente vino a medianoche.



A ver, que conste que yo no elegía la música; era un cortés invitado. En el fondo soy un buen chaval. Además, también me gustan algunos boleros ¿Qué pasa?

Rocanrol, actitud y la celebración de estar vivo.














La canción que sonará en mi funeral.

"No siempre puedes conseguir lo que quieres... pero, si lo intentas, a veces encuentras lo que necesitas".



He encontrado una foto por ahí que algún día voy a escanear. Un crío muy mono de unos 10 años vestido de Sanfermín con una chapa de la lengua de los Rolling Stones. ¿Alguien puede encontrar algo más kitsch? El niño en cuestión había visto un anuncio en la UHF o VHF de la época, quizás de unos vaqueros, en el que se oía un simple estribillo de una canción. No supo por qué: le obsesionó ese estribillo. Lo memorizó- ni sabía inglés ni había youtube, faltaban dos décadas para internet, ni tenía hermanos mayores-. Así que lo iba tarareando por ahí hasta que se lo soltó a su prima Ana que, Dios la guarde muchos años, dio con la canción: "Satisfaction". Ni más ni menos. A partir de ese momento ese niño supo qué cojones era el rocanrol y también dedujo que Dios le amaba por haberle descubierto esa música. Cómo se equivocaba (Dios, no el niño). Se compró una chapita de los Rolling en los puestecillos de Sanfermines. Ahí empezó la cuesta abajo. Je. Preguntó, esta vez a su primo Fernando-consumado rockero - sobre el grupo en cuestión, empezó a oír cintas y aún recuerda el primer cassette que compró. Casi treinta años después ahí tenéis al niño abrazado a una guitarra y con autógrafos de alguno de los mismos Stones (cómo me los firmaron daría para otro post). Así que supongo que el rock no es una moda adolescente -en este caso infantil- porque seguiré amando esa música hasta que me muera (tengo ya el tema elegido para sonar en mi funeral, si es que alguien es tan amable de pincharlo cuando me den tierra. Me hacéis el favor). Por supuesto, quienes vengáis espero que luego os emborrachéis como perros en algún club de rock a mi salud (que en esos momentos tenderá a cero). Bueno, pues el niño creció y el rocanrol fue la banda sonora de su vida mientras sus días se iban manchando. De profesores, de uniformes, de patxarán. La primera vez que besas a una chica con Police de fondo, la primera vez que mojas tus dedos en otra chica (fue con otra, no con la misma) con ¿los Doors? y la primera vez que te acuestas (sí, con otra diferente, la vida son etapas) con música de... no os lo voy a decir. Eso queda entre ella y yo. Simplemente era rocanrol. Música para amar a una chica, a la vida. Música para follar. Música para sentirte vivo en la cola del supermercado. Música para ser malo cuando el diablo te guiña un ojo. Y , claro, es posible que alguna canción lenta te haga saltar las lágrimas en el momento más insospechado; los chicos duros también lloran. La celebración de la vida en tres minutos cuarenta segundos. Y es que uno no cambia, sólo envejece. Y lo que he descubierto en todos estos años de bares -de mala muerte y buena vida-, conciertos, malas compañías -que son las mejores-, chicas buenas -que son las peores-... es que el rock es sobre todo una actitud. Posiblemente una de las cosas que ha hecho más por la libertad de pensamiento y acción en Occidente que todas las doctrinas y libros del mundo. El rock es estar en donde se supone que no debes estar, hacer lo que se supone que no debes hacer y pensar esas cosas salvajes que te hacen sonreir lascivamente. A ti, también. Por pura diversión, por convicción, por estilo. Por actitud. Vuestros días están contados. Divertíos, joder.

Los últimos besos siempre son entre lágrimas.



El escenario de los hechos de hoy, con el observador de los mismos desayunando hace tres años.
Nuestros protas recordarán el lugar el resto de sus vidas.

En ocasiones soy un animal de costumbres. Coño, esto es contradictorio ¿no? Bueno, da igual. Así que si un domingo tengo resaca -como hoy- no es difícil verme al mediodía en el café más bonito del mundo. Y único café de esta ciudad. Es decir, sólo hay uno pero es el más encantador de la tierra. Todo se compensa. En Madrid hay cafés más grandes; en París más literarios y en Berlín más sin humo pero no son como este. Por cierto, en Barcelona casi ni hay. Ato la bici afuera y elijo la mesa más tranquila. Siempre voy a la hora de comer porque sé que no me van a joder los niños con sus berreos, las mamis con los suyos o los hippiosos con sus teorías menos revolucionarias que pueblerinas antes de enseñar a sus colegas su foulard alternativo de 50€. Pues estaba allí con mi prensa fresquita y variada (a las dos de la tarde de un domingo la prensa es fresca aún), mis libros y cuaderno y un fantástico café con nata. Entonces levanté la cabeza y los vi. Ambos habían entrado ya en la cuarentena pero no demasiado. Bohemios, interesantes. Aún conservaban el último sol de su juventud. Los dos eran atractivos no sólo por la belleza física de sus cuerpos sino por su estilo, sus formas. El era rubio, pelo deshilachado como Kurt Cobain y barba cuidadosamente desarreglada de unos días. Americana de pana marrón con chapitas de colores. ¿Toca jazz?¿Diseñador en alguna publicación? Y ella con una cazadora negra de cuero sin estridencias. Sobria, bella y morena. Sabe que no necesita adornarse con complementos para ser bella. Con el mismo cuerpo que a los veinte años y posiblemente con el mismo que tendrá a los cincuenta. Exactamente, lo adivináis, la clásica mujer que me saca unos añitos y me vuelve loco. ¿Periodista?¿Danza? En seguida vi que algo no iba bien. Se miraban sin hablar, muy cerca. Apenas movían los labios de vez en cuando porque todo estaba dicho ya. El recorría su boca con la mirada, sus ojos. Ella sonreía tan suavemente como podía hacerlo para no herirle más. Ella le cogió las manos y las besó. El seguía mirándola a los ojos. Como un Cristo del rock sacrificado, más vulnerable de lo que se había sentido en su vida. Ella se levanta despacio, se inclina sobre él y le abraza. El cierra los ojos al sentir su cuerpo pero todavía no llora. Ella le besa en los labios. Posiblemente el beso más tierno que he visto en mi vida. Y el más difícil. Como buen observador atento a los pequeños detalles miro mi reloj y empiezo a cronometrar cuándo van a llegar las lágrimas. Hago una apuesta conmigo mismo. Debo mantener la calma ante el espectáculo que se desarrolla delante de mis ojos con fugaces miradas hacia mi libro. Iñigo, no te pongas nervioso. Pero soy un puto cazador que no va a soltar a su presa. Quiero emocionarme ante lo que veo, quiero llorar con ese chico para sentirme vivo. Siguen unos minutos de miradas, para mí eternos, sin apenas palabras. Recuerdos que sólo puedo suponer. Cuando cruzaron Europa en furgoneta, cuando pintaron la buhardilla juntos, aquel verano tan caluroso y lleno de erotismo y excesos en la Costa Brava y los hijos que nunca tuvieron. Se levantan por fin pero yo no cejo en mi empeño de mirar mi reloj porque el cronómetro sigue en marcha. Pasan a mi lado y hasta huelo el aroma de ella. Soy invisible. El mundo se ha detenido a su alrededor . Sólo quedan cenizas y el dolor más intenso que podían imaginar. Nada más salir, él se derrumba, la abraza y llora lágrimas furiosas y urgentes. Miro mi reloj. Inmóviles con los ojos cerrados. Están abrazados más de cuatro minutos. Les concedo la intimidad que se merecen aunque no me hayan visto en ningún momento. Vuelvo a mi libro pero yo no lloro. Sonrío ante el espectáculo de la vida. He ganado mi apuesta y pido otro café y más agua para mi resaca.

¿Por qué corro?


A punto de llegar a meta (Media Maratón, mayo 2010) con mi nuevo récord en el bolsillo.

A veces me preguntan por qué corro. Y no me interesan las respuestas tópicas: para sentirme bien, para cuidar el cuerpo, para desconectar, ... . Yo corro por motivos filosóficos. Al igual que leo, escucho música o intento conocer personas nuevas por motivos filosóficos. Quizás corro porque soy feliz, para sentirme más sólo, para ser más fuerte. Quizás corro porque no soy feliz, para no sentirme solo o para no creerme tan fuerte. Para competir exclusivamente conmigo . Para sufrir porque quiero. Para que la lluvia me moje la cara o sentir el sudor rodar por mi espalda. Porque nunca eres tan libre como cuando te exiges seguir luchando a pesar del dolor. Porque no quiero ser como el resto. Porque veo gatos, ríos y nubes en los campos que atravieso. Por la cerveza fría al llegar. Porque a estas alturas sólo me interesa vencerme a mí mismo. Porque a partir de la media hora las endorfinas me colocan y empiezo a dar gritos y saltos sin motivo. Para oir mi corazón y respiración acelerados. Porque quiero saber dónde están mis límites.Porque sé lo que significa pelear en soledad y esto me hace ser mejor persona.Porque cuando suenan los Sex Pistols a partir del km. 18 eres el rey del mundo. Porque, como dice un lema, el dolor es temporal pero el orgullo es para siempre. Y nada me enorgullece más que superarme.



Con Sonia antes de empezar. La carrera (en la universidad) nos juntó. La carrera (en el asfalto) nos re-juntó.


El video y la música que me inspiran desde hace años.
Iggy Pop & The Stooges "Search & Destroy".


Tempus fugit: El drama de mi generación y jugar con gatitos.

"Currando en trabajos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos"
( Chuck Palahniuk )


Pues sí. Supongo que cada generación tiene su aquel. Para lo bueno y para lo malo. Y no debería quejarme porque soy de las pocas generaciones en España o Europa que no ha conocido ni una guerra (civil o mundial) ni una postguerra (tan terrible en ocasiones como la guerra y mucho más duradera) ni una dictadura (socialista o militar). Al contrario, somos unos hijos de puta que hemos tenido de todo. Libertad concedida, no conquistada. ¿A quién coño vamos a culpar? Y ahora nuestro combate es espiritual; si es que no estamos muertos ya. Hemos tenido universidades, ocio, una buena dosis de libertad, mínima censura, posibilidades de viajar, ... ¿Y qué hemos hecho con todo eso? Nada. Hemos acabado tirando todo por la borda. ¿Más liberales porque guardamos los condones en la mesilla de noche cuando en realidad nos morimos por un trozo de amor de verdad?¿Más comprometidos socialmente porque nos metemos en ONG's y somos todos muy alternativos? ¿A quién queremos engañar? Al final, acabamos como todos: queriendo hacernos socios del club de golf y comprando un coche mejor que el del tipo de al lado y, aunque no leamos un jodido libro, presumimos delante de los amigos de lo que ha costado el metro cuadrado de parqué-noruego ¿eh?-. Ni siquiera nos atrevemos a acercarnos a otras personas, a escucharlas de verdad y a aprender de todo lo que nos rodea. Hemos perdido la capacidad de sorprendernos. Por supuesto, tenemos el último grito en móviles. Haremos cola en la FNAC para comprar un ipad o como se llame. Y desde luego, siempre nos quedan lo talleres de tai chi y flores de Bach para llenar el puto vacío de nuestros días y nuestras noches. En resumen, somos gilipollas integrales aunque estemos al tanto de la última película coreana del Festival (independiente) de Pollatiesa-unas plastas de vaca, muchas de ellas-. Porque no sabemos apreciar lo fundamental de la vida. Y es que las cosas que más importan son gratis. Sí, amiguitos, gratis de verdad. Sin entrada ni cuotas de mantenimiento. Pero trabajamos de sol a sol o en empleos que nos asquean aunque te hagan ganar mucho dinero en pocos años (¡el año que viene me monto una casa rural!), no tenemos tiempo de vivir porque hay que pagar la hipoteca del piso que nos han vendido-en un sitio ideal, en el campo pero al lado de la ciudad, tócate los huevos- y queda la letra del Audi. Joder, me olvidaba de la cuota del club deportivo más caro de la ciudad al que nunca vamos pero es fashion. Y no tenemos tiempo que es lo único que importa. Lo único irremplazable junto a las personas queridas. Tiempo para pensar, contemplar las estrellas saliendo una noche de la ciudad (os prometo que hay cientos ahí arriba), ver las nubes pasar con sus caprichosos dibujos cambiantes bajo el sol... y jugar con gatitos.


Método práctico. Instrucciones.


1º) Haz una lista de cosas que te proporcionen placer y que puedas hacer gratis.

p.ej: "jugar con gatitos".


2º) Añade alguna otra cosa que siempre has querido hacer y nunca te has atrevido.

p.ej: "decir de una puta vez a la chica/o que te gusta que te quieres acostar con ella/él (o besarla o amarla o magrearla, lo que sea)". -Esto, preferiblemente, al oido-.


3º) Haz esas cosas. Sencillo ¿no?



Mis gatitos downshifters. Os prometo que no les doy de beber alcohol... todavía. Eso sí, se pasan el día escuchando a los Stones. Sí, saldrán malotes, ¿qué pasa?

Si...

"If" de Rudyard Kipling *.
Hay ciertos textos que siempre me han impresionado. Aquí hay otro que colgué en noviembre.
* La traducción es mía porque nunca he encontrado una que me convenciera suficientemente.




Si puedes mantener la calma cuando todos a tu alrededor la pierden
Y te cargan su culpa.
Si puedes confiar en ti cuando todos dudan
Y eres comprensivo con sus instantes de duda.
Si puedes esperar y no cansarte de hacerlo.
O permitir que te engañen sin devolver a cambio más mentiras.
O aún siendo odiado no das rienda suelta a tu odio.
Si no buscas aparentar ser mejor de lo que eres ni sueles hablar con demasiado orgullo.

Si puedes soñar sin permitir que esos sueños te dominen.
Si puedes pensar sin que el pensamiento sea tu dueño.
Si has conocido el Triunfo y el Desastre
Y has tratado por igual a esos dos impostores.
Si puedes soportar que los malintencionados falseen tus palabaras
Para confundir a los idiotas.
O contemplar las cosas por las que has dado tu vida, destrozadas
Y volver a construirlas desde cero con herramientas ya gastadas.

Si tus triunfos más importantes caben en un puño
Y eres capaz de arriesgarlos todos a una carta
Y perder y empezar desde el principio
Sin que salga una queja de tu boca.
Si puedes poner en marcha tu corazón, tus nervios y tus músculos
Cuando ya han perdido su fuerza
Y aguantar cuando no hay nada dentro de ti
Excepto tu voluntad que te dice : ¡resiste!

Si puedes hablar con las multitudes y mantener la virtud,
O caminar con reyes sin perder el sentido común
Sin que amigos ni enemigos puedan herirte.
Si cualquier persona puede contar contigo sin ser imprescindible.
Si puedes llenar cada minuto de tu vida
Con sesenta segundos que merezcan la pena ser vividos

Tuya será la tierra y todo lo que contiene
Y, lo que es más importante, serás un Hombre.

Qué hijo de puta más retorcido. Kenzaburo Oé: "Una cuestión personal".










Japón, 1935
Nobel, 1994



Hombre... si Henry Miller (mi papá espiritual con permiso ¿eh?) ya decía de él que era un continuador legítimo de Dostoyevski pues ustedes me dirán. Retorcido pero valiente, también con huevos como otro por ahí abajo en el blog. Un dilema moral de vida o muerte; sacrificio de por vida o ser tú mismo. Y no. No hay un terreno confortable intermedio en el que refugiarse ¿Hastá dónde sacrificarse por alguien a quien "se supone" (moral y humanamente) que debes cuidar pero a quien no quieres? Así que nuestro prota se ve llevando una vida que no quiere. La vida de todos nosotros está llena de elecciones que llevan aparejadas obligaciones así que cuando estas obligaciones son de por vida ¿qué ocurre si la persona que somos hoy no es la que éramos entonces? Esto es algo que le pasa a mucha gente pero ¿cómo romper con todo si "debes" tener ciertas obligaciones graves? ¿Qué alternativas tomar?¿Qué hacer cuándo estás atrapado antes de los 30? Y sabes que hay otros mundos, otros cuerpos a los que amar, otros hombres libres que deciden su destino. Tu vocación contra tu obligación. Y sobre todo la valentía de tratar un tema extremadamente espinoso como el nacimiento de un hijo deforme y enfermo. Pocos escritores son tan sinceros (cierto que ayuda el que el autor haya pasado por tener que cuidar a un hijo enfermo desde nacimiento). No huye de la crueldad moral que habita en nosotros en el fondo negro del pozo del alma. Nuestro protagonista, antes de tomar cualquier decisión, vaga sin rumbo, bebe whisky como un cosaco, charla y duerme, más que folla, con una amiga , no con su esposa que está tirada en el hospital porque acaba de dar a luz. Esta amiga es como esa diosa del oráculo con la que puedes o no acostarte, porque eso al final no tiene importancia. Está ahí para escucharte y darte de beber en su casa sin juzgarte. Porque te regala conversaciones tan purgantes como el mejor de los polvos. Ese exquisito toque japonés que sabe a pura hiel. Sadomasoquismo filosófico pero real como la vida misma; está a nuestro alrededor cada día. Radicalmente solos en medios de las personas a quienes "debemos" amar y proteger. Y este libro ES literatura porque ES parte de la Vida. Como mirar nuestro lado más diabólico sin pestañear y hasta excitándonos. Es un narrador inteligente, hasta poético es sus descripciones, símiles, ... y audaz: no teme hacer aparecer el morbo sexual en la escena más patética e inapropiada moralmente. Y la perspicacia para el mal y la culpa cuando los hace hacer acto de presencia con toda conciencia de dicha maldad. Un libro tan desasosegante como hermoso. Absténgase almas sensibles, seminaristas y niñas de primero de carrera que no sean retorcidas.