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Amos Oz "Fima". Novela.


Jerusalén, 1939.Príncipe de Asturias, 2007. Eterno Nobel.
En ocasiones, son los pequeños matices lo que distingue a un escritor del montón del extraordinario; algunos párrafos, algunas frases que nos dejan entrever la esencia de la vida, la sabiduría del escritor al narrar relaciones humanas llenas de compasión y piedad hacia todos nosotros; párrafos que llegan sin avisar, cuando menos se esperan, y se depositan en nuestra alma lentamente como los copos de nieve y sin darnos cuenta nos vemos releyéndolos porque intuímos que ahí hay algo fuera de lo común y acaban encajando perfectamente en nuestra cosmovisión.
Tipo brillante como escritor. Detrás de una historia convencional, preguntas filosóficas sencillamente formuladas. El protagonista es un hombre de mediana edad, divorcio normal, amigos normales, trabajo normal. Pero entre la soledad de sus cafés en el desayuno o cuando va a su trabajo brotan los recuerdos, las preguntas interesantes. Es un personaje tierno, algo patoso pero de cierta finura intelectual. Idealista y despistado, no podemos evitar que nos caiga bien y acompañarlo en sus días. Su padre, sus jefes, su ex, el marido de su ex, la amiga de siempre con la que se acuesta una vez al mes, sus gatillazos, mujeres de mediana edad que lloran mientras copulan, morreos a tu ex estando borracho ... y esos amigos intelectuales que tanto le cuidan. Siempre busca un sueño, una solución política al conflicto palestino mientras una mujer le intenta seducir, otro sitio mejor donde ser otro. Pero siempre la rutina combatida con cariño. Historia tan normal y tierna como descarnada en el fondo. La soledad acompañado, las parejas rotas que son amigos y la juventud que no volverá. Dibuja muy bien la vida de cualquier hombre en cualquier ciudad hoy. Lo mejor, buscar entre líneas las grandes preguntas de un escritor inteligente y que surgen en los postres de una cena de viernes o mientras hace la compra. Ama el universo femenino, sus misterios. Se respira la infinita ternura por los sufrimientos cotidianos, por la impotencia diaria ante los pequeños dolores y la falta de respuestas definitivas con la que tenemos que vivir cada jornada de nuestras vidas. Una novela que te reconcilia algo con la vida, sin edulcorantes.


"Todos fingimos. La pura verdad es que todos sabemos qué es la compasión y cuándo debemos mostrarla, porque todos imploramos un poco de compasión. Pero cuando llega el momento, fingimos que nos sabemos nada(...) que es algo anticuado y sentimental. O que las cosas son así y qué le vamos a hacer (...) ¿Acaso no tenemos la obligación al menos de observar el dolor? ¿De yacer una noche de invierno en el barro y bajo la lluvia? ".


"Lo fundamental de la degracia no es el olvido sino el aplacamiento: de la voluntad, de la nostalgia, recuerdos, deseo carnal, curiosidad, pasión, gozo, generosidad, así se aplaca el alma. También el dolor se aplaca con los años, pero junto con el dolor también se aplacan los signos de vida. Las primeras cosas que cualquier niño contempla maravillado, las cosas sencillas como el cambio de las estaciones, la carrera de un gato por el patio, el cambio de luz en los valles, el susurro de los pinos, la palidez de la luna, ... esas son las primeras cosas que tuvimos y hemos perdido".

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