La autodestrucción es aburrida.
Lleva demasiado tiempo.
Desde que abres los ojos debes pensar en cómo hacerlo de forma creativa.
Qué marca de ginebra comprar. Con qué chica acostarte.
Y eso, día tras día, es aterradoramente monótono.
A los veinte años es algo rápido y lleno de belleza absurda, como todas la bellezas.
Pero ahora sería algo burocrático y triste, como de otoño.
En definitiva, ahora me suicido con nocturnos de Chopin,
algún recuerdo cogido por los pelos,
zumo de naranja
y atardeceres de sol sangre.
Vivir mata, como fumar mata. Pero no hay otra manera de vivir. Lo más interesante del camino es recorrerlo. Es bonito lo de suicidarse con música. En esto estamos de acuerdo: suicidémonos viviendo, ¿vale?, suicidémonos de tanto vivir, agotados y estusiastas, al final del viaje. Como canta Silvio Rodríguez. Que la autodestrucción implique construcción.
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